Un potente terremoto de magnitud 7.7 sacudió Myanmar y Tailandia el viernes, seguido de una réplica de 6,4 que agravó el desastre. La cifra de víctimas mortales asciende a 1,664 en Myanmar, mientras que en Tailandia se han reportado al menos seis fallecidos, aunque algunas fuentes elevan el número a una decena. La devastación ha dejado más de 3,400 heridos y 139 desaparecidos, mientras las labores de rescate continúan entre los escombros.
El Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS) proyecta que la cifra final de muertos podría superar los 10,000, un escenario catastrófico para la región. En Myanmar, el gobierno militar declaró el estado de emergencia en seis zonas afectadas, donde el colapso de edificios y puentes ha dejado a miles de personas sin hogar. En varias ciudades, los habitantes huyeron despavoridos mientras el suelo temblaba y edificios enteros se desplomaban.
En Bangkok, la capital tailandesa, el sismo causó la caída de un rascacielos en construcción, dejando al menos seis muertos. Equipos de rescate trabajan sin descanso en busca de supervivientes atrapados bajo los escombros. En el sur de China, también se reportaron daños estructurales en diversas localidades, aunque sin víctimas mortales confirmadas hasta el momento.
Ante la magnitud de la tragedia, la comunidad internacional ha comenzado a movilizar ayuda. Malasia ha enviado un equipo de 50 rescatistas a Myanmar, mientras que China, Rusia e India han desplegado personal de emergencia para colaborar en las tareas de búsqueda y socorro. Los esfuerzos se centran en salvar vidas y brindar asistencia a los damnificados que lo han perdido todo.
Las imágenes de la catástrofe muestran la devastación en su máxima expresión: escombros por doquier, hospitales colapsados y familias buscando desesperadamente a sus seres queridos. Mientras las cifras de muertos siguen en aumento, las autoridades locales y los organismos internacionales intentan responder a una de las tragedias sísmicas más mortales en la región en los últimos años.
